Siguiendo las indicaciones de un amable lector, escribo hoy sobre un asunto reciente y ofrezco las solución que humildemente se me ocurre. Eso si, aunque moleste a alguien como a aquel lector, yo no voy a prescindir de los antecedentes que influyen en lo que sucede. Ya decía el sabio “el pueblo que no aprende de su historia se condena a repetirla” Como anuncia el título, hoy la cosa va de economía con especial dedicación a los bancos y similares y al uso que vienen y pretende seguir aumentando de los cajeros. Empiezo por el acontecimiento que me ha hecho razonar, quizá sin mucho fuste, lo que se me ocurre.
Hace un par de semanas me acerqué a hacer un pago en la oficina de una entidad bancaria que, aunque mantiene el nombre de Cajasur, ya no es caja. De resultas del proceso de bancarización, ni la que administrara a su antojo el cura Castillejo, menos alguna excepción todas las cajas han pasado a ser cortijo de sus accionistas. La que nos ocupa, aunque sigue teniendo su sede en la misma Córdoba y ahora se denomina Cajasur Banco SAU, ahora depende del grupo bancario K, inicial de lo que antes era también una caja de ahorros. No tuve suerte en mi primer intento con mi gestión. Al entrar, aunque estabamos muy pocas personas, un empleado me sugirió que cogiera mi turno de la maquinita de reciente instalación. Apenas cogido mi número, ya estaba en el mostrador correspondiente; ahora ya no hay ventanilla, pero uno no sabe qué es peor. Aunque era a la primera hora de la mañana, como ya me habían indicado la vez anterior, la persona encargada me dijo que lamentaba hacerme volver otro día, pues ahora eran dos a la semana los destinados al asunto. Me señaló hacia el cajero adornado con un cartel y los distinos momentos para realizar los dintintos servicios. Casi sin leerlos, miré a mi interlocutor, quien, algo azorado, me sugirió que lo podía hacer en el cajero. Con una sonrisa irónica, le respondí “yo de momento no”. El día indicado hice mi gestión y le pregunté con algo de sorna al probo empleado cuánto duraría el puesto de trabajo que ahora él ejercía. Bajó la cabeza algo avergonzado y yo casi lamenté mi reciente comentario.
Por el camino se me ocurrió contraponer por escrito la actitud de esta persona y la de los “Rato” y compañía. No podía olvidarme de tanta impunidad como consiguen quienes vienen amasando sus propias fortunas y la ruina colectiva. Me volvía acordar del difunto anterior dueño del Santander cuando fue recibido en Sevilla con alharacas por la señora Díaz. Por supuesto que tengo más presente la inmediata ruptura de gobierno que doña Susana tenía acordado con IU y la negociación en marcha para evitar un desahucio en la capital andaluza. Aquello lo he vuelto a relacionar con el cinismo de la mencionada entidad bancaria. No me voy a referir a la condena de uno de los directivos del mismo banco en su control del adquirido Banesto, ni de otros oscuros antecedentes de la propia familia. Manejos turbios aparte, reviví el sufrimiento de una señora mayor casi obligada a consentir un adiestramiento de un cajero que detestaba. Avergonzada a la vez que ofendida, la buena mujer salía vencida rezongando que la echaban de allí como clienta después de haberlo sido toda su vida. Al verla su hijo con tal impotencia entró con ella en busca de la pedagógica atención. Allí él explicó con voz bien audible la amargura y humillación que a su madre le habían causado. Ante el revuelo que se armó en la cola que amenazaba con crecer, salió el director para acallar la crispación. Enterado de la cuestión, ofreció a la buena mujer que acudiera cuando lo necesitara y que pasara a su despacho.
Claro que eso es un parche que apenas se comparece con el descaro y osadía con que se comportan los dos grandes de la banca actual. El citado Santander trata de halagar a su posible nueva clientela con que se vea como poseedora de “digilosofía”. Sí, y se quedan tranquilos mezclando las máquinas inhumanas con la filosofía. Digo inhumanas por el humillante control al que someten, a través de ellas, a parte de la sociedad, si no a toda ella. Mientras uno promueve así la marca de la firma, la competencia hace treas complementarias. El director general del BBVA ha pedido que en la educación se incluya más eonomía. Parece que no es su intención que la ciudadanía se entere de por qué los pobres son cada vez más pobres. Los tiros van porque se aprenda a manejar los dichosos cajeros. Así los bancos ganarán más a no necesitar apenas personal. Claro que esa idea no se queda sólo en los bancos. Las distribuidoras de carburantes, con la complicidad del gobierno, pueden despedir a gran parte de su plantilla, a la vez que ya se permite a todo el mundo manipular mercancías peligrosas. Pero como todo se aprende, sobre todo lo nocivo socialmente, también las franquicias quieren aligerar su plantilla con el auto pago on line.
Creo que no hay que explicar más para responder a la pregunta inicial. En cuanto a las propuestas, no voy a atreverme-al menos en principio- que salgamos a la calle a denunciar a quienes se enriquecen a manos llenas. Hoy sólo sugiero, a quienes preocupa tanto paro, que no acudan a aquellos establecimientos en que utilizan las odiosas máquinas haciendo una sociedad menos humana.
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