Cualquier persona decente se siente anonadada por la desgraciada situación a la que se ha llegado en Afganistán que, aunque previsible, nos sobrecoge a golpe de telediario. Lamentamos el grave drama para la mujer con el retroceso de unas décadas, aunque uno mayor ya venía de mucho más atrás. Pero como fija el título, urge encauzar el conjunto de esfuerzos para que el desastre sea menor. Si, a ver si el entramado político y militar se siente avergonzado y trata de enmendar mínimamente las decisiones imperiales y las sumisiones adláteres, atrasando la retirada más ampliada y aliviando el caos humanitario. La sociedad civil se viene manifestando en comunicados y en ofertas de acogida solidaria que no debieran ser algo efímero, sobre todo en el estado de opinión movilizada tomando cuenta de las causas innegables que han llevado a esta situación. Sí, sobre todo el análisis de los antecedentes que, en esencia, son las mismas de tantas otras catástrofes que siempre se ciernen sobre los países y pueblos llanos más vulnerables de este planeta con esa globalización con tan desigual sentido humanista. Ayudemos en lo posible y pensemos con dignidad.
Son bastantes los lamentos y denuncias ante la actitud cobarde e hipócrita de Occidente y demás potencias que anteponen el afán de poder vengativo y lucro económico ante catástrofes tan evitables, por previsibles. Conviene señalar la actitud imperialista de EEUU, invasor tendencioso e irresponsable de Afganistán, dejando éste cual páramo después, entre corrupción varia simulada ante un futuro abandono. Valga en su descargo el apoyo acrítico de la UE, la OTAN, y las ambiciones de otras potencias con estados limítrofes. Y en el conjunto la ONU, con sus debilidades en su función de promover los acuerdos pacíficos posibles. Son muchos los perfiles señalados con distinto grado de responsabilidad, e incluso el desinterés y el silencio ante lo que se avecinaba de manera pasiva.
Creo que hemos de recordar los hechos principales para juzgar con un mínimo rigor. Tras el abandono colonial del Reino Unido, Afganistán acabó convertida en una república en la órbita de la URSS. Bien entrada la “guerra fría”, el presidente Reagan recibe como luchador por la libertad a Bin Laden que venía luchando con los muyahidines por la “libertad” en Afganistán. Derrocado el régimen pro-soviético que había mantenido cierto laicismo e igualdad de la mujer. A partir de ese momento se establecen los adeptos a Laden y su “libertad” que permitirían el abandono de tales adelantos hacia el tipo de sociedad que tratan de recuperar, parcialmente atenuado durante el respiro de la ocupación occidental, ahora sin mayores trabas. Dicha intervención es la respuesta de EEUU y sus acríticos aliados ante los ataques a las torres gemelas en el 11N. Y es que “algo había que hacer” decía EEUU con el apoyo de sus aliados. Cuando se sospechó que los autores del citado atentado se refugiaban en Afganistán, hacia allá se dirigió la venganza. Guerra vengativa que ha dejado en el camino muertes a contar: 60.000 afganos, 2.448 de USA, 457 Reino Unido y 102 de España entre otros. Junto a tanta sangre tanta mentira, desvergüenza y atropello habituales en toda guerra.
No se puede reparar tanta muerte, pero sí atenuar el sufrimiento subsiguiente y-sobre todo- aclarar tanta mentira y desvergüenza que llevaron a esta catástrofe para intentar que no se repita. Ya se ha mencionado la responsabilidad imperial y vengativa de EEUU y el seguidismo de ONU y de tantos estados cómplices. Sí que hemos de reparar de manera especial en la actitud de la UE y de España, en cuanto que su ciudadanía debiera autocrítica. La Europa que se proclama cuna de las libertades para el conjunto del universo y somete su posible autonomía a los designios de la potencia dominante. Se somete igualmente en la OTAN en su belicismo manirroto, cegato y acrítico. Además mira para otro lado, o apenas lanza breves indicaciones a Polonia y Hungría, miembros en los que también se vienen mancillando persecuciones a la mujer. En cuanto a España, una especial responsabilidad militar, ofreciendo pleno uso de las bases de Rota y Morón para las aventuras yanquis y aportando, casi sin rechistar la cuota que se le fija. Destacables también el precedente de Irak y el vergonzoso manejo de la retirada tras las muertes del Yak 42. Eso sin contar la ausencia de la necesaria denuncia de la actitud que se preveía estéril por el insuficiente apoyo para la pervivencia de la democracia en Afganistán más allá del interés primero o fiasco. Los informes y lamentaciones de los occidentales desplazados hablan de fuertes inversiones en desarrollo de España y otros países mientras que los efectivos yanquis eran menores de los citados para el sostenimiento posterior.
Una vez más, la misma conclusión. Noticias que sobrecogen a la ingenua población mundial por la barbarie de acontecimientos presentados de manera truculenta para generar miedos que inviten a ese “algo hay que hacer”. A ese respecto, dos experiencias: La periodista Polly Toynbee que también decía hacer algo y ahora, al final de “lo hecho”, muestra su error en The Guardian. También podría servirnos el parecer de Snowden, ex agente de la CIA, quien recomienda a la ciudadanía mundial que pensáramos en aventuras de este tipo. Pues hoy es Afganistán ¿y mañana?.